martes, 18 de noviembre de 2008

"Vivo feliz y con chulla brazo"

Siempre me ha sonreido la vida; he tenido pruebas que superar, obstaculos que vencer, peldaños que escalar y aún queda un largo camino por recorrer.
Son las palabras de Julio Cesar Cárdenas. Un hombre dedicado a velar por el bienestar de la familia que Dios le ha permitido tener.
Va caminando hacia la vejez, pero en su rostro aún no se reflejan los 60 años que carga en su espalda. Su mirada expresa esfuerzo y en su caminar se manifiestan las ganas de seguir adelante. De vivir, no importa si para llorar o reír, solo quiere seguir disfrutando junto a lo que ha podido conseguir.

Cuando tenía 21 años de edad, un accidente de tránsito lo envolvió en la tragedia. El camión que conducía había volcado. Despertó en la clínica San Francisco y lo primero que escuchó al recobrar su conocimiento fue la voz del doctor encargado diciendo que su brazo izquierdo tenía que ser amputado. La desesperación se había apoderado de todo su ser, él conversaba consigo mismo en el silencio de la habitación, el brillo de sus ojos desapareció y la tristeza consumía su alma.

El tiempo era importante en esas circunstancias. Los doctores necesitaban proceder, pero él estaba resignado a perder una de sus extremidades. Su confianza la deposito en el mejor de los Doctores: Jesucristo.
Faltaban apenas minutos para intervención y él decidió escapar de la clínica. No dijo a nadie mas, sino a su esposa Liliana y a su hermano Carlos. Ellos se encargarían de llevarle al pueblo donde hasta hoy reside. San antonio de Pichincha. Allí vivía también Doña Isabel, madrina de Julio y reconocida por tener el don de curar heridas con sus manos.

Todo estaba planeado entonces. Carlos esperaba a Julio fuera del establecimiento mientras Liliana su esposa distraía a los doctores y demás personal médico. Cuando él logró salir, subió al auto y sin pasar más tiempo, el rumbo marcado era hacia donde la madrina Isabelita.

Pasaron aproximadamente 35 minutos hasta llegar allí. La madrina no se esperaba tal visita inesperada, pero sabiendo de quien se trataba no dudo ni un solo segundo en comenzar a revisar las heridas de Julio, mientras él se desataba en un río de lágrimas.

Fueron dos horas de mucho dolor. Ella limpió y desinfectó la piel y sacó los huesos radio y cúbito del brazo de Julio. Había utilizado una tenaza de zapatería apenas desinfectada con algodon y alcohol y plumas de gallina para limpiar la materia que la gangrena consumía.

Ahora como milagro de nuestro Creador, él conserva su brazo. Ya no cumple sus funciones, pero aquello no fue una piedra en el camino.

Julio continuó su vida, tiene 6 hijos y 19 nietos, fruto del amor que cosechó con Liliana. Es un hombre próspero, muy trabajador, humilde y de inmenso corazón. Pero lo mejor de todo es que este ejemplar personaje. Es mi amado Abuelo a quien lo admiro y lo venero.

TE AMO ABUELITO

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